Creo que desde que tengo uso de razón, jamás he tenido un cambio tan radical de un año a otro.
Desde el más profundo de los estancamientos hasta una libertad completa en todos los sentidos, libertad que no hubiese sido capaz de imaginar ni aunque fuese lo que más deseara tener.
Un cambio tan repentino que prácticamente no pude darme cuenta de la evolución, simplemente, pasó.
Un año que sólo ha traído buenas noticias y grandes momentos. No sería capaz de recordar ni un sólo día de tristeza, de pasarlo mal realmente. Y es que está claro que cuando uno tiene las cartas para jugar a ser feliz, hay que aprovecharlas. Y resto no habrá que buscarlo, vendrá sólo.
Tengo que admitir que, seguramente, nada de esto lo habría conseguido sin ciertos apoyos de quienes no sabrán ni que lo hicieron. Algún día daré las gracias, cuando me baje el orgullo y, lo más importante, me atreva.
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